Que sea real.

Con certeza y de manera fría, decía que seguro estaría sola, que así lo había decidido, que sería difícil que alguien llegara a gustarme lo suficiente. “Yo no estoy lista para el amor”, dije. Tan acostumbrada a no dar ni una explicación de mi día. La cuestión es ¿alguien lo está? Y, bueno, por entonces no me imaginaba hasta qué punto la vida me iba a hacer cambiar de opinión.

Y entonces llega alguien y lo ves disfrutando la vida, riéndose a carcajadas y dices «eres tú». Y decides que esa parte dura y fría desvanezca, que el miedo y las inseguridades que con lleva, puedas ponerlas de lado. No piensas en nada más que en dejarte llevar, sabiendo que va a ser difícil.

Pero entonces también te das cuenta que ya paso de moda eso de hacernos los interesantes. Que es justo dejarnos de hacer los duros y podamos hacer y decir lo que sintamos. Que deje de dar miedo apostar por alguien, y decir «es contigo». Que nos comprometamos y que nadie más forme parte de la historia. Que sea un dúo, un dúo justo.

Y así fue cuando te vi, quise besarte hasta el alma, y arriesgarme. Y ponerme al tú por tú sobre todo, contra el tiempo. Que juntos se evapora y separados, en fin, se hace de rogar.

Que el amor propio importe, pero no ciegue. Que apartemos el orgullo, pero no nos olvidemos de la individualidad con la que nacemos. Que vuelvan las declaraciones de amor.

Que nos digamos cómo nos sentimos con palabras y mirándonos fijo. Y que los sentimientos sean auténticos y no formen parte del decorado. Que importe un poco más lo de dentro y un poco menos lo de fuera.

Que disfrutemos la inocencia del amor. Que no de miedo apostar por alguien.

Y sí hay kilómetros de por medio, no olvidemos que ambos decidimos que esto, simplemente es real.