Ponle su nombre.
- issa fernanda toledo pineda
- 7 jul 2020
- 2 Min. de lectura
Ella.
Sabe a café.
Ella es mar.
Ella, mujer para amar en libertad y con calma.
Inicia el día y no sabes si amaneció siendo una tormenta eléctrica. En sus ojos, pequeños hay chispa, vida. De sus labios, ni hablar, la perdición. Sus palabras. Te arrastran, como si fueran grandes olas, mar adentro. Vida. Tiene ganas, tiene un mundo de opiniones que son fuego en entre mesas, de ganas de cambio, de lágrimas a flor de piel y risas desternillantes. En su sonrisa cabe todo un universo. Tan insurgente, que la cabeza no entiende de normas cuando el corazón le pide que no las cumpla. Tan pasional, tan auténtica, que lo dejaría todo y no te pediría nada si cree que te lo mereces. Para Ella el amor es importante, decirlo, demostrarlo y hacerlo.
Hay días que parece un mar en calma. Tranquila, pensativa, quizás distante. Te sonríe con los ojos tristes y en ese preciso momento sabes que la tienes ahí, pero que su mente está muy lejos. Y en esos días se deja llevar, si la escuchas, si la entiendes, si la coges de la mano, a su otro mundo. El de las inseguridades y las dudas. El de las decepciones, el del miedo. Ese mundo oscuro labrado a base de malas experiencias, de sueños rotos y expectativas que se perdieron a mitad de camino. Hay días en los que dicen que no parece ella, pero es ella más que nunca.
Dicen que son pocos los que le conocen, ella prefiere guardárselo debajo de la piel. Le da igual lo que piensen, que la juzguen, que hablen, qué más da. Eso no va a cambiar nada.
Dicen también que, una vez que conoces ambos mundos, te das cuenta de que no la conocías tanto como pensabas.
Y ahora, entonces sí, todo cambia. Y no quisieras que se fuera, pero Ella, aprendió a irse de dónde las cosas no son mutuas y el amor no es importante.
Ella.
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